Abdullah Al-Thani entró por la puerta grande en Málaga, tirando de talonario para fichar a grandes jugadores, aunque desde el inicio se hiciera el remolón a la hora de soltar la pasta. Villarreal y Valencia, afectados por el virus del nuevo propietario millonario tuvieron que denunciar el impago de los plazos en los fichajes de Santi Cazorla e Isco. Los futbolistas de renombre llegaron (Joaquín, Toulalan, Isco, Demichelis, Cazorla, etc...), el entrenador también (primero Jesualdo Ferreira, más tarde Pellegrini) e incluso un director deportivo de relumbrón como Fernando Hierro, que tardó poco en ver el negro panorama y abandonó la nave tan pronto como descubrió que había gato encerrado y que no tenía pinta de cambiar. Solo podía ir a peor y así ha sido. Oro por fuera, miseria por dentro.
Cierto es que el proyecto deportivo fue creciendo y que en la segunda campaña con el jeque al mando, el Málaga logró una clasificación memorable para disputar la previa de la Champions.
Algo impensable para un club que estuvo a punto de descender hace tan solo dos años. Pero el sueño se está desvaneciendo a pasos agigantados. De ilusionarse con los posibles fichajes de Robinho, Lucio, Luca Toni, Del Piero, Pato o Pastore se ha pasado a poner el cartel de liquidación. El Málaga necesita hacer caja urgentemente. Tiene una deuda de 40 millones de euros que tendrá que subsanar en tiempo récord si quiere subsistir. Todos los que llegaron ahora tendrán que salir para permitir la viabilidad de un proyecto que se va a quedar en borrador.
Un esbozo de obra faraónica que tiene pinta de finalizar en una chapuza al estilo de las de Pitterman o Ali Syed. En España esta historia ya la hemos visto antes. Está todavía por llegar un millonario ruso, catarí o de Kuala Lumpur dispuesto a invertir su capital en el fútbol como ha sucedido en el Manchester City, Chelsea o el PSG. Aquí han aterrizado solo millonarios ávidos de protagonismo con quién sabe que objetivos ocultos, despreocupados del deporte y con intención de hacer negocios políticos. Siempre la misma historia y no será el último. Llegará otro, le abriremos los brazos, le elevaremos a la categoría de Salvador y saldrá corriendo al grito de ¡Tonto el último!. Y a los aficionados, de los que nadie se preocupa, seguirán sufriendo por el declive de los clubes de sus amores.
Fuente: Todo Mercado Web
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