Solo fue un año, pero dejó huella. Como decía Bécquer sobre los libros, el recuerdo que deja el jugador vale más que el propio jugador. Pese al tiempo difícil que vive el aficionado malaguista, el recuerdo que deja Santi Cazorla es grato. Aquel gol en el Bernabéu para reavivar la Liga y dar un punto que supo a gloria al equipo será fecha de orgullo, nostalgia y alegría. No solo por la belleza, sino por la importancia y el hecho de sellar el nombre del Málaga en uno de los olimpos del fútbol.
Cazorla recogió los galones que le dio Pellegrini durante una temporada de altibajos en la que comenzó con fuerza. Su gol inauguró la temporada para el Málaga, que perdió en Sevilla, pero el asturiano exhibió el talento en un frasco pequeño, un falta que acarició hasta la escuadra.
Los datos, aunque siempre fríos, reflejan la sensación que dejó al terminar la temporada. Una campaña más que notable, con ligeras desapariciones, pero con el peso específico de la estrella de un equipo Champions. Nueve goles, récord personal en una temporada y máximo artillero de faltas en las ligas europeas, y seis asistencias, pese a que pasó parte de la temporada lejos del área. El mediapunta jugó todos los partidos de liga (38, todas las veces de titular), siendo el jugador con más minutos del Málaga.
Inició la campaña acostado en la banda para interaccionar diagonalmente con sus compañeros y ejercer la posesión desde el flanco izquierdo, acompañando a Baptista -después, Isco- y a Joaquín en la línea de tres que escoltó a Rondón y facilitó la creación del juego blanquiazul. Desde un comienzo tímido en acción, pero atrevido en el valor global del vestuario, Cazorla evolucionó, respondió con peso en la jugada y se divirtió sobretodo cuando pudo moverse con libertad, cuando Isco le acompañó a su lado y Joaquín comenzaba a abrir heridas por el centro de las defensas rivales.

La fe de Pellegrini en Cazorla y la responsabilidad que él quiso coger hicieron del asturiano la extensión del técnico en el campo. Circunstancia que se multiplicó cuando Cazorla se asentó en la base de la jugada blanquiazul, donde acompañó a Toulalan y después a Camacho durante casi todo el final de temporada. Allí, en pleno contacto con el balón y más solidario en el sacrificio defensivo, el asturiano progresó hasta el anhelado mediocentro de Pellegrini, que si bien no satisfacía todas las necesidades del Málaga, pudo minimizar los daños. La actividad del jugador descendió a mitad de temporada, cuando Pellegrini le colocó por primera vez junto al pivote. No se ubicó, el esfuerzo era mayor y la lejanía del área entristecía su presencia, que en el intento de multiplicar facetas, terminó por menoscabar todas sus virtudes. El técnico chileno le convenció para jugar por delante Toulalan, le adelantó y el Málaga pudo brillar con luz propia. Fue 'in crescendo' conforme se acercaba el final de liga. Las campanas de la selección y la Eurocopa, la Champions con el Málaga y la adaptación al nuevo puesto favorecieron que el asturiano pisara más el área, decidiera partidos con el último pase y brillara por encima de otro jugador en la entidad de La Rosaleda. La afición le convirtió en baluarte y la suma de virtudes al final de la temporada al cariño obtenido por su parte.
El cuento de Santi Cazorla finaliza 101 días después de la presentación aquel 1 de agosto de 2011, en el que el estadio de atletismo se vistió de gala para recibir al nuevo ídolo blanquiazul. El asturiano se marcha con la tranquilidad de quien deja el trabajo hecho y un saco de recuerdos, con unas cifras, acordes a su valor como futbolista y dejando al Málaga a las puertas de la Champions.
Buena suerte amigo y gracias!!!
Fuente: Diario Sur
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