Especular no va con el Málaga de Pellegrini. El chileno ya anunció en la víspera que en el ánimo del equipo no iban a influir ni la presión ambiental -al final, más ruido que nueces- ni la ventaja de dos goles de la ida. Y efectivamente el equipo blanquiazul salió desde el pitido inicial a tener el control del balón, que más allá de una seña de identidad era esta vez la fórmula idónea para contrarrestar cualquier atisbo de salida en tromba del Panathinaikos.
Jesualdo Ferreira, que evidentemente aprendió la lección de la ida, apostó por un sistema más ofensivo. Se trataba de ahogar al Málaga y de intentar arrinconarlo en su parcela para cortocircuitar el juego blanquiazul y provocar zozobra en la salida del balón. Para ello, el entrenador portugués varió el planteamiento notoriamente al situar a un solo medio centro (el capitán Katsouranis), de forma que del 4-2-3-1 se pasó a un 4-1-4-1 en el que Zeca y Vitolo actuaban más adelantados en el cuarteto más cercano al ariete Fornaroli. Era obvio que con la ausencia de Maresca y la presencia de dos futbolistas más llamados a la contención, Toulalan y Camacho, lo que buscaba el técnico local era plantar un parapeto en la divisoria cuando el conjunto blanquiazul tuviera que empezar el juego desde el fondo.
Independientemente de esta variante, los laterales también recibieron la consigna de actuar muy adelantados para que Eliseu y Joaquín tuvieran más metros para progresar y además sufrieran para recuperar la pelota. Ferreira dejaba así expuestos a los centrales y obligaba a Katsouranis a ejercer de limpiaparabrisas por delante de ellos. Total, a las primeras de cambio el capitán vio la amarilla cuando Eliseu arrancó como Bolt para aprovechar la subida de su par.
Todos estos intentos de Ferreira resultaron estériles, porque el Málaga juega de memoria y, sobre todo, con un dinamismo que desarbola a cualquiera. Además, como estuvo amparado en la solvencia de Toulalan y Camacho -porque si el francés es estratosférico el aragonés ofrece un crecimiento imparable- y como los laterales olvidaron las alegrías ofensivas de otros encuentros -especialmente Monreal-, la primera parte pasó con impensable tranquilidad para Caballero.
Oficio y solidez
El Málaga mostró oficio y solidez hasta el descanso y únicamente le faltó más eficacia en el último pase, más claridad de ideas al llegar al área contraria. Y aunque Pellegrini siempre juega con dos puntas, esta vez Fabrice (de nuevo elegido por el chileno por delante de Sebastián Fernández o Juanmi) sí ejerció de anzuelo como hombre más avanzado mientras que Isco buscaba el balón 'entre líneas'. El benalmadense hizo mucho daño con sus arrancadas y obligó a regresar a toda prisa a demasiados efectivos locales en cada acción, pero le faltó esa pizca de visión de juego (quizá la principal rémora en su juego) para conectar con Fabrice. En los flancos Eliseu estuvo más vertical que Joaquín, al que sí le costó más ganar metros, y nunca rehuyó encarar o disparar. Es más, superado el cuarto de hora el portugués fue protagonista de esa típica acción en el área en la que es difícil interpretar si el contacto fue buscado más por él que por el contrario. El noruego Hagen, como Gil Manzano el pasado sábado, no apreció penalti.
El Málaga acabó la primera parte con más presencia en el área contraria que su rival. Ferreira buscó más profundidad con la entrada del habilidoso Mavrias en la derecha y de paso retornó al 4-2-3-1 para que Sissoko actuara con más libertad en la media punta. Después de un aviso de Toulalan con la zurda en una rechace el equipo blanquiazul pasó sus cinco minutos de un sufrimiento no muy excesivo precisamente por un par de apariciones del recién entrado.
En esta segunda parte al Málaga le costó más sorprender al contrario, aunque sí dispuso de dos contragolpes con superioridad numérica que desperdició. Los minutos fueron pasando mientras el equipo de Pellegrini imponía su control y, al mismo tiempo, desgastaba las fuerzas y la moral del Panathinaikos. Para entonces, Juanmi había tomado el relevo de Fabrice mientras que Ferreira agotaba sus cambios, pero pieza por pieza (Marinos por Katsouranis y Toché por Fornaroli). Los minutos de la 'basura' solo dejaron un gol anulado a Camacho.
No hubo el más mínimo sufrimiento para el malaguismo. Al contrario. Fueron minutos para paladearlos, para derramar lágrimas de emoción, para disfrutar como nunca. El Málaga está entre los dioses del fútbol. Ahora toca disfrutarlo. Una obra ejemplar de Pellegrini y un grupo de admirables profesionales. Gracias.
Fuente: DIARIO SUR
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