La Liga es la Liga, y la Copa es la Copa. Y como tampoco el rendimiento de determinados jugadores en la vuelta con el Cacereño fue precisamente notable, Pellegrini optó por el once previsto y recurrió a los titulares habituales en un campo habitualmente desangelado y en el que en distintas fases se escuchó más a los aficionados malaguistas.
Entre el apoyo en la grada y la propia actitud de los jugadores, el Málaga ejerció de conjunto local en la primera parte, con periodos muy largos de posesión y de presencia en el campo contrario mientras el Getafe permanecía en su parcela. Como ejemplos más evidentes, Pedro León y Lafita brillaron más por el sacrificio defensivo que por sus apariciones en ataques. En realidad, ellos y todos sus compañeros, porque Caballero estuvo de mero espectador hasta que en la recta final se produjeron dos faltas en la ftrontal, ninguna de ellas con especial incidencia.
El Málaga contróló a su antojo hasta el descanso, amparado en la solvencia de la pareja Toulalan-Camacho y en la sincronización de la cobertura cuando se requería tirar el fuera de juego. Eso sí, de medio campo hacia arriba tanto dominio resultó estéril. El abuso del toque en corto y la insistencia en el juego horizontal favorecieron la tarea del conjunto local, cuyas tres de las cuatro piezas defensivas por el centro eran viejos conocidos (Alexis, Juan Rodríguez y Xavi Torres). De ahí que Moyá solo pasara apuros en un tiro lejano de Camacho en el minuto 17. Poco después, Joaquín buscó el gol olímpico y encontró el despeje de cabeza de Valera en el primer palo.
La reanudación poco o nada tuvo que ver, porque el Málaga se mostró excesivamente contemplativo mientras que el Getafe metió una velocidad más. Durante el primer cuarto de hora el conjunto de Pellegrini ni existió y lo pagó con creces, porque por primera vez los locales soñaron con el gol. Hasta que llegó. Fue en un córner en el que Lopo emergió en el primer palo sin oposición en el minuto 57.
El Málaga tardó en rehacerse, hasta que Pellegrini prescindió de uno de los medios centro (Camacho) e introdujo a Santa Cruz. El Getafe dio un paso atrás, aunque se mantuvo bien ordenado y con el único objetivo de no dejar huecos entre líneas. Aun así, tanto el paraguayo como Saviola dispusieron de una ocasión clarísima para equilibrar la contienda, pero el paraguayo remató alto incomprensiblemente y el argentino se topó, como Camacho en la primera parte, con una mano de Moyá salvadora para el Getafe.
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