El partido de anoche (nunca mejor dicho) en La Rosaleda era extraño por muchos y variados motivos.
Primero por la hora. Diga lo que diga el 'señor de La Sexta' (Roures, Gol TV y el cirio que hay montado), las once de la noche no es hora para jugar al fútbol, aunque en Martiricos, cuando aquellos históricos Costa del Sol con prórrogas y penaltis ya sabemos lo que es empezar un encuentro un día y terminarlo al siguiente, como ocurrió en el Málaga-Mallorca. Otro punto diferenciador de lo que suele ser habitual es que el encuentro llegaba entre medios de la participación del Málaga en la Champions, con lo que esto significa para los equipos que compiten en tan exigente competición. Y, finalmente, porque el runrún de salida de jugadores blanquiazules no cesa para desesperación de los que rezamos para que todo se quede tal como está, que ya iremos a mejor... Pues eso, en medio de este maremágnum nos llegaba el Mallorca del mediático Joaquín Caparrós (el entrenador que mejor hace practicar el antifúbol en España), lo que hacía que el partido fuera un enigma de difícil pronóstico, aunque de entrada la primera sorpresa fue el lleno de La Rosaleda. Málaga está entusiasmada con su equipo, y ni siquiera los infames horarios como el de anoche puede con la afición.
Pellegrini revolucionó el once inicial y decidió 'guardar' a cinco titulares para Grecia. Desgraciadamente los que pudieron aprovechar la oportunidad de reivindicarse fracasaron estrepitosamente, sobre todos Buonanotte y Seba Fernández (además de Portillo y Duda), que tuvieron que ser sustituidos bastante antes del momento que eligió el técnico chileno.
Pese a los muchos cambios, el Málaga comenzó jugando muy bien, con un primer tiempo cargado de buenas intenciones, pero con el tremendo hándicap de una delantera que no existía, aparte de la falta de centímetros de sus atacantes, una ventaja que hoy por hoy no se puede conceder en la Liga de las Estrellas.
Ante la superioridad del Málaga, que pese a estar romo en ataque desarbolaba a su rival, el Mallorca comenzó a practicar el 'estilo Caparrós', donde la marrullería prima sobre cualquier otra virtud futbolística, y si encima el árbitro (Gil Manzano) es un nerviosísimo debutante que no dio una a derechas y lo permitió todo, el Málaga fue perdiendo fuelle y entrando en las provocaciones de los visitantes.
Las ilusiones se fueron diluyendo conforme avanzaban los minutos, sobre todo tras el descanso, y el Mallorca aprovechó otro fallo más de Buonanotte para conseguir gol en su primera llegada a la puerta de Caballero. En la línea esperaban para salir Juanmi y Eliseu, que serían factores determinantes en la revolución del partido, aunque la sustitución de Isco 'descolocó' al Málaga en los últimos minutos, por lo que tras el empate, el 'arreón' final no llegó a nada porque Eliseu, otra vez, perdió los nervios y se fue a la calle en una absurda acción.
Con la mente puesta en Atenas, donde nos jugamos la vida, y un Mallorca experto en sacar de sus casillas a cualquiera (especialidad de Caparrós), el Málaga solo consiguió un triste empate en una noche en la que una vez más se premió el antifútbol.
Grecia es lo más importante.
Fuente: Diario Sur
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